Piense en estos datos: 854 millones de personas se acuestan todas las noches sin probar alimento alguno. En 36 meses, y hasta febrero del año actual, el precio de los alimentos, en término generales, se elevó en un 83 %. El alza en algunos de ellos es como sigue: los cereales un 41%, los aceites vegetales el 60% y los productos lácteos el 83%.
Asistimos a una crisis alimentaria de proporciones tan globales como las causas que la originan. Enfrentarla es una responsabilidad de los gobiernos en sus respectivos países. Cuba, que por boca de Fidel Castro previó la situación actual y su catastrófica evolución, está asumiendo el reto con medidas tendientes a lograr la mayor seguridad alimentaria posible, tema sobre el que he vendió escribiendo e informando. Pero a una amenaza global corresponden acciones que aúnen y coordinen esfuerzos y hasta recursos. Así entiendo la Cumbre Presidencial sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria iniciada hoy en Managua, Nicaragua. A esta cita asisten varios presidentes de América Latina y el Caribe.
Una rápida mirada al panorama de la Patria Grande nos dice que contamos con 217 millones de pobres, 84 millones de ellos están catalogados como indigentes y 52 millones padecen de hambre sistemática. Estos datos de la CEPAL, Comisión Económica para América Latina, irán en aumento debido a la crisis y, además de la ofensa a la dignidad de la persona humana que entraña este panorama –moralmente injustificable en un mundo que dispone de los medios tecnológicos suficientes para llenar todos los estómagos–, son el detonante más peligroso para la estabilidad de nuestra región.
¿Las causas de la crisis alimentaria? El orden económico internacional. Para ese “orden”, el genial Gabriel García Marquez dijo una frase lapidaria: “Si la mierda valiera, los pobres nacerían sin culo”.
